Carruajes de heno

Me parte escuchar que te quejas y que aún te sumerges en tu almohada secreta, porque me hace sentir ganas de arrojarte cosas y arrojarte a tí, apretarte las piernas hasta que calles. Es esta mañana y todas las otras que solo puedo pensar en tus pies y tus uñas, en todos sus vellos y todos sus poros, imaginando que si los cuento podrán agruparse en muchas filas bien ordenadas, y que tus uñas crecerán hasta formar una especie de garritas que toquen el suelo, sonando como las orugas cuando muerden las hojas. Pero aquello no importa, pues solamente es lo que fantaseo mientras tú te distraes; es tu voz la que me preocupa, eso y tu idea de creer que todo lo que dices me importa, si me siento y te observo lentamente con el amor con que miras cuando ruegas. Nada ni nadie se puede dormir, ni esta noche ni todas las otras, las caravanas y el clic clac de los caballos, los hombres que llevan otros hombres más pequeños entre sus brazos, comiéndose sus ojos con la esperanza de que así, se queden. Yo quisiera escupir tu boca, con la esperanza de que así, te vayas.

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