Carruajes de heno

Me parte escuchar que te quejas y que aún te sumerges en tu almohada secreta, porque me hace sentir ganas de arrojarte cosas y arrojarte a tí, apretarte las piernas hasta que calles. Es esta mañana y todas las otras que solo puedo pensar en tus pies y tus uñas, en todos sus vellos y todos sus poros, imaginando que si los cuento podrán agruparse en muchas filas bien ordenadas, y que tus uñas crecerán hasta formar una especie de garritas que toquen el suelo, sonando como las orugas cuando muerden las hojas. Pero aquello no importa, pues solamente es lo que fantaseo mientras tú te distraes; es tu voz la que me preocupa, eso y tu idea de creer que todo lo que dices me importa, si me siento y te observo lentamente con el amor con que miras cuando ruegas. Nada ni nadie se puede dormir, ni esta noche ni todas las otras, las caravanas y el clic clac de los caballos, los hombres que llevan otros hombres más pequeños entre sus brazos, comiéndose sus ojos con la esperanza de que así, se queden. Yo quisiera escupir tu boca, con la esperanza de que así, te vayas.

Las ratas que lloran

Es el viento enervado

Sintiendo, sintiendo, sintiendo

Son las lunas severas

De las noches sin firmamento

Son las balas quemando los días

Disparadas por niños que no tienen miedo

Son las ratas bajo mi cama

Que roen, que lloran, que sangran

Son las botellas verdes

En las manos que ya no tiemblan

Es el calor que recorre la espalda

Chorreando la espesa amargura

Son los elefantes del techo

Pisoteando las cabezas aún con vida

Son los arrecifes claros sin peces

Bañados con aguas que hierven

Son borbotones de hormigas

Acarreando millones de huevos

Es la blancura infinita del cubo que gira

Es soñar que te mato y que muero.